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  • El poeta becario no es la nica

    2019-05-06

    El poeta becario no es la única figura que impacta TAK-875 esta generación; hay otra menos visible, pero que sin duda resulta también relevante para un campo como la poesía, de escaso interés comercial. En los espacios alternativos que no participan de la normativa burocrática, se crean figuras como la del poeta editor, según ha sucedido con Adriana Tafoya (1976) y Andrés Cisneros de la Cruz (1979), junto a Adriano Rémura al frente de VersodestierrO, o con Mónica Gameros (1971) e Israel Miranda (1974) en Start/Pro. Vivir y escribir al margen del respaldo institucional impulsa las capacidades de creación desde la obra hasta su soporte material, el libro, con lo que el poeta metido a editor encuentra en la autogestión la oportunidad para proponer dinámicas de publicación expeditas (fuera del marco de la burocracia) y más creativas: libros-objeto, la venta de mano en mano, la posibilidad de auto-promoción en ferias, dinámicas de presentación y venta como lecturas en cafeterías, etc. En el fondo, sin embargo, el poeta editor no vive de su trabajo poético, sino de su trabajo como editor y como promotor cultural (lo que equivale, al menos en parte, a la profesionalización dentro del aparato estatal… el poeta editor es también un editor y promotor cultural profesional). VersodestierrO y Start/Pro son muy buenos ejemplos de la intensa actividad que puede desplegar un colectivo; otro es el proyecto de Poesía y Combate de Antonio Calera (reseñado por Julián Herbert 2010: 124-133), realizado desde Casa Vecina y sostenido con fondos de la Fundación del Centro Histórico de la Ciudad de México A.C. El rechazo a formar filas con la burocracia cultural rara vez viene acompañado por divergencias ideológicas de peso; la verdad es que las editoriales independientes de poesía no conquistan su libertad para criticar al estado ni mucho menos. Sus propósitos son más prácticos: si eluden el apoyo institucional evitan intermediarios y trámites (informes a secretarías, subsecretarías y sub-subsecretarías) y mantienen el control creativo de principio a fin de la obra. Dentro del movimiento de editoriales independientes, donde se percibe que “el poeta político vive de lo que gana como político y no como poeta” y que “los únicos poetas que pueden comer de su obra son los poetas muertos” (Rémura: 102), no se busca una crítica al sistema (en parte, porque el alcance de la poesía es limitado); se intenta, más bien, “generar medios alternos de difusión como sitios para la promoción y la venta, donde participen activamente los integrantes del proyecto editorial y puedan exponerlo a los posibles lectores, puesto que a falta de conocimiento de qué son estas publicaciones se quedan empolvadas en las librerías” (102). En el fondo, la participación del poeta como editor genera una plataforma de comunicación directa con el público, en un complejo proceso de promoción cultural (y autopromoción en muchos casos) que, sin duda, debe producir particularidades visibles en los propios textos. En todo caso, no son mundos excluyentes. Las condiciones en las cuales se publica y difunde una obra literaria pueden parecer accesorias cuando las pensamos como procesos aislados, pero no desde una perspectiva global: la extensa novela de folletín hubiera sido impensable sin el apoyo para su producción, venta y divulgación, de la imprenta periódica por medio de ese ingenioso sistema que fue la venta por entregas; su redacción hubiera sido impensable si a los escritores de folletín no se les hubiera pagado por volumen escrito y la complejidad de sus nudos narrativos no hubiera sido necesaria de haber requerido menos entregas; el realismo como poética estuvo estrechamente ligado al positivismo del siglo xix, pero si las descripciones resultan demoradas fue para cumplir con la extensión de las entregas; el uso abundante de diálogos parece un rasgo estilístico, pero su uso (y abuso) se entiende mejor cuando consideramos que estas novelas se dictaban en su gran mayoría a un secretario para poder cumplir con la celeridad que requería la entrega para la prensa periódica, de modo que la intervención oral se explica mejor por el autor que dicta su creación (y porque la disposición gráfica de los diálogos ayudaba a ocupar espacio más rápido para completar la entrega). Es en este sentido que estudiar y comprender el sistema de producción de esta nueva poesía puede resultar útil para volver sobre sus rasgos caracterizadores.