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  • Los tres especialistas invitan a volver la mirada hacia

    2019-05-30

    Los tres especialistas invitan a volver la mirada hacia la figura polémica de Las Casas y su Brevíssima relación desde nuestro complejo presente, para interpelarnos como lectores críticos del siglo xxi acerca de la dolorosa historia purchase LCL161 de América Latina.
    Cronista que “ve la realidad tal cual es”; escritor “realista”; texto de “lozano vitalismo”, cuyos últimos apartados “se abren con una realista descripción del desencanto que se apodera de los conquistadores al no encontrar los montones de oro con los que habían soñado”; autor de una “narración tosca, ingenua y verídica”; fundador, junto a Hernán Cortés, “de una literatura histórica realista, profundamente terrena”; prosa articulada “con un realismo y una intensidad auténticamente españolas”; crónica en la cual “el componente realista está tan logrado, que leerla es casi como contemplar o sentir lo relatado, lo evocado”. Las citas hasta aquí enumeradas (y podríamos continuar ad náuseam) ponen de manifiesto algo que hasta ahora parecía ser sólo un rumor de incómodo y curioso lector: exhiben que, a lo largo de los años (al menos desde comienzos del siglo pasado), ni la filología, ni la crítica ni purchase LCL161 la historia se han privado de caracterizar la labor del cronista Bernal Díaz del Castillo y la naturaleza de toda su Historia verdadera en términos de realismo y de representación verdadera de un pasado efectivo, real. Claro que estas afirmaciones no son privativas de sus editores ni de sus primeros críticos: en buena medida recogen una forma mayoritaria de pensar las crónicas de la conquista de México en particular y las crónicas de Indias en general. Prefiguran así formas de leer que conciben las crónicas como textos fundantes del Archivo mexicano (y latinoamericano), o bien las inscriben como origen de la novela en el continente, o las recuperan como sabrosa versión de una conquista colectiva, seducidos por la voz de un cronista que alterna entre el yo narrador-protagonista y el nosotros de soldado, en movimiento que parece recuperar a los no escuchados, a los olvidados, esos “constructores de la Tebas de las siete puertas” que citaba Bertolt Brecht y que interpelan de manera intensa al lector contemporáneo. Producidas en un contexto de máxima variabilidad y crisis como fue el siglo xvi, las crónicas de la conquista de México funcionaron como respuesta a la experiencia de lo nuevo y al orden colonial posterior, definido por reacomodamientos y cambios. Empero, esta interpelación de la historia no fue igual para todos los sectores de la “sociedad fractal pos conquista”: los lugares de enunciación válidos, los saberes requeridos, la relación con la retórica y con las distintas tradiciones genéricas contribuyen a constituir textos conformados en la certeza performativa de lo escrito, en el reclamo de un “lugar dicente”, en la reconstrucción de una memoria vinculada a una escritura trabajosa y sutil. Como ya ha sido largamente apuntado, el cronista español (o europeo: occidental en cualquier caso) no mira con ojos nuevos el “Nuevo Mundo” ni narra despojado de modelos. Por el contrario, las posibilidades mismas de la escritura se juegan en un ajustado manejo de tipos discursivos variados (el discurso legal y forense, el discurso bélico, el discurso bíblico y escatológico, el relato de viaje, las novelas de caballerías, incluso ciertos tópicos o motivos de la épica), acorde con un ideal historiográfico específico que, en el ámbito español, tiene un texto señero en Del arte de hablar de Juan Luis Vives. En este contexto, uno de los mayores debates, de larga data y actualizado en función de la conquista del Nuevo Mundo, atañe a la legitimidad de la enunciación y, por tanto, de ciertas “historias verdaderas” que producen su verdad a fuerza de convocarla en la escritura. Buena parte de la polémica que articula este corpus se organiza en torno a este par saber letrado/experiencia (y testimonio de esa experiencia) entendido de manera antitética. Allí, los textos afirman su verdad del relato de los hechos, y el cronista afirma escribir “con la ayuda de Dios, muy llanamente, sin torcer a una parte ni a otra”. El énfasis en lo verdadero es tan acentuado en relatos de soldados y testigos varios (desde Hernán Cortés hasta fray Bartolomé de las Casas, pasando por Gonzalo Fernández de Oviedo, Francisco de Aguilar, Andrés de Tapia y, claro, nuestro Bernal Díaz) que lecturas contemporáneas y posteriores sostienen sus mismos argumentos, persuadidas por la abundante captatio benevolentia y la afirmación de veracidad, basada en la autoridad de la primera persona enunciadora, en su valencia escritural y legal.