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  • Con el ltimo golpe de

    2019-06-15

    Con el último golpe de Estado argentino, la persecución de las sexualidades disidentes se intensificó aún más llegando Sulfo-NHS-Biotin su paroxismo en toda la historia nacional. En este caso no se trataba de una persecución exclusiva de homosexuales, sino que se hallaba enmarcada en una descarnada persecución social y política en general. Carlos Jáuregui, quien fuera el primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (cha), relata que uno de los principales responsables de la conadep (Comisión Nacional sobre Desaparición Forzada de Personas) le indicó extraoficialmente la existencia de por lo menos cuatrocientos homosexuales que integraban la lista de desaparecidos por esa causa exclusivamente, mencionando también que el trato por ellos recibidos fue similar al de los judíos detenidos desaparecidos, sádico y violento. Jáuregui señala también que esa omisión oficial por parte de la conadep se debía a las presiones del ala católica de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Lo cierto es que ni por el lado de las Madres, ni Abuelas de Plaza de Mayo, ni tampoco de la agrupación h.i.j.o.s. ni otros organismos de derechos humanos, se manifestaron como causa de la desaparición de alguno de sus familiares las prácticas sexuales. El informe “Nunca Más” elaborado por la conadep no ha incluido el nombre de ninguna persona detenida, desaparecida o siquiera perseguida a causa de su orientación sexual. Al repasar la historia de Argentina en lo que a la persecución de las disidencias sexuales respecta, desde fines del siglo xix hasta fines del siglo xx, algunas particularidades resultan dignas de ser subrayadas. En primer lugar, la suerte que tuvieron los homosexuales blancos, hijos de inmigrantes europeos de clases media y alta no fue la misma que corrieron los mestizos de los sectores más empobrecidos. Hacia 1899, José Ingenieros y Francisco de Veyga fueron autorizados por un decreto de la Policía Federal para hacer experimentaciones de psicología social en seres humanos. El cuerpo policial les brindaba toda la escoria antisocial porteña desde una de sus dependencias paradigmáticas: el Departamento de Contraventores, más conocido como 24 de noviembre. Allí se alojaban sin distinción prostitutas, homosexuales, pederastas, alcohólicos, travestis, vagabundos, inmigrantes, trabajadores tildados de perezosos y demás tipos sociales aglutinados bajo el significante de “disolventes sociales”. El material de análisis para los científicos positivistas de tinte lombrosiano excluía a los adinerados pertenecientes a clases acomodadas, por lo que no es difícil imaginar la asociación que se realizaba entre marginalidad, pobreza, vagabundeo, alcoholismo y homosexualidad o travestismo. El lumpen homosexual era definido indistintamente como cobarde, inútil, perezoso, ladrón, desfachatado, falto de sentido moral, etc. El doctor Veyga afirmaba que “el mundo de los maricas se encuentra tan íntimamente ligado con el del lunfardo y el de la prostitución, que bien puede decirse que forma parte de ambos”. Resulta evidente que la misma operación de perseguir persistentemente a Regulatory gene homosexuales en espacios públicos, provocaba que estos tuvieran que refugiarse en zonas marginales de la ciudad (baños, tugurios, cines, etc.), las cuales eran luego consideradas como zonas predilectas por los “invertidos” por su supuesta condición de rufianes, amorales o degenerados, cerrándose de este modo un círculo tautológico.
    Especificidades del Cono Sur de América Latina Así como el suceso del Village marca un hito fundamental para la historia de las sexualidades disidentes norteamericanas, un evento particularmente importante ocurrido en 1942 en Argentina, “instaura una mácula que nuestros próceres se preocuparán, desde entonces, por borrar”. Más allá de los edictos policiales de años anteriores, hasta 1942, la vida de los homosexuales de clase media y alta transcurría sin graves preocupaciones en Argentina. El aparato científico-criminológico-psicopolicial, como se indicó antes, sólo se ocupaba del hampa. Sin embargo, bajo la presidencia de Ramón Castillo, la vida apacible de estos homosexuales fue sacudida abruptamente. Si por ese entonces la visibilidad homosexual urbana no era moneda corriente entre los más prudentes, siendo que los que solían caer presos eran los que “yiraban” en busca de sexo (u ofreciéndolo), muchos homosexuales (hombres y mujeres) podían gozar de encuentros amorosos en reuniones privadas. Y así era, hasta que un día, tres señores de la alta alcurnia se presentaron en una fiscalía para denunciar la supuesta corrupción de jóvenes cadetes del Colegio Militar. El escándalo fue enorme y el Senado destinó una sesión especial para tratar el tema. Si bien la prensa y las autoridades pretendieron acusar a una supuesta secta dedicada a corromper a los inocentes muchachos de una de las instituciones más prestigiosas del país, lo cierto es que las fiestas se propagaban por varios departamentos del Barrio Norte de la Ciudad de Buenos Aires. Imágenes encontradas y testimonios relatados por participantes indicaban que las orgías se daban entre cadetes, hombres jóvenes de clase alta de diversas profesiones y algunas pocas mujeres. La gran redada policial logró encarcelar a muchos homosexuales y algunos con gran prestigio social tuvieron que exiliarse.