Archives

  • 2018-07
  • 2019-04
  • 2019-05
  • 2019-06
  • 2019-07
  • 2019-08
  • 2019-09
  • 2019-10
  • 2019-11
  • 2019-12
  • 2020-01
  • 2020-02
  • 2020-03
  • 2020-04
  • 2020-05
  • 2020-06
  • 2020-07
  • 2020-08
  • 2020-09
  • 2020-10
  • 2020-11
  • 2020-12
  • 2021-01
  • 2021-02
  • 2021-03
  • 2021-04
  • 2021-05
  • 2021-06
  • 2021-07
  • 2021-08
  • 2021-09
  • 2021-10
  • 2021-11
  • 2021-12
  • 2022-01
  • 2022-02
  • 2022-03
  • 2022-04
  • 2022-05
  • 2022-06
  • 2022-07
  • 2022-08
  • 2022-09
  • 2022-10
  • 2022-11
  • 2022-12
  • 2023-01
  • 2023-02
  • 2023-03
  • 2023-04
  • 2023-05
  • 2023-06
  • 2023-08
  • 2023-09
  • 2023-10
  • 2023-11
  • 2023-12
  • 2024-01
  • 2024-02
  • 2024-03
  • Despu s de haber propuesto

    2019-06-19

    Después de haber propuesto Trimidox los dioses como axis del modelo interpretativo, Pané abandona esta ineficaz grilla conceptual y nos proporciona una “desordenada” descripción de la religión indígena (desordenada, por supuesto, desde el punto de vista cristiano, ya que en el orden narrativo el jerónimo no parece reconocer ningún elemento cristiano). Es evidente, por lo tanto, la razón por la cual esta descripción no puede ser aceptada por el dominico Las Casas, que, como veremos, buscará entre los indígenas rastros de una “religión natural”. En la Relación, la descripción de Pané vuelve a utilizar el término “consolador” de “ídolo”, al parecer más adecuado para expresar las críticas negativas y excluyentes hacia aquellas realidades religiosas, en este caso los cemíes, de las cuales los observadores europeos no entienden “modo y superstición”: Después de haber narrado algunos de los mitos de los taínos, en el capítulo XV de la Relación, Pané se acerca al problema central de su investigación, en el que sólo logra registrar las “diversas suertes” de los muchos cemíes venerados en La Española. Sin embargo, antes de proceder en el análisis de su proyecto hermenéutico, será útil observar brevemente esta lista de cemíes que Pané propone en la segunda parte de su obra.
    Los cemíes de pané Como se ha señalado anteriormente, el primer elemento que surge de las descripciones de Pané es la característica diversa de cemíes. Su forma, sus capacidades y sus funciones sagradas resultan tan diferentes, que se hace necesaria la recuperación de la terminología que había sido utilizada en el curso de cada confrontación del pensamiento cristiano contra las diferentes formas de paga-nismo. Los cemíes, que por un breve momento Pané había esperado poder comparar con los dioses de los antiguos, ahora vuelven a ser simples ídolos o incluso “demonios”. De hecho, si el historiador de las religiones quisiera circunscribir la función y la naturaleza de los cemíes, de acuerdo a la lógica utilizada en la observación y análisis de las religiones politeístas, debería buscar campos de acción complejos pero coherentes; sin embargo, de las informaciones recogidas en el texto de Pané surgiría solamente un horizonte “confuso” que, por supuesto, no cumple con las reglas politeístas que esperarían los observadores europeos. Como hemos señalado, según la obra de Pané los cemíes estaban hechos con partes de los cuerpos de los miembros de la familia o de los antepasados (“contienen los huesos de su padre, y de su madre, y parientes, y de sus antepasados”), pero también era posible construirlos a rheumatoid arthritis partir de materiales “artificiales” (piedra y madera); algunos de ellos tenían una clara agency (ya que son capaces de hablar), mientras que otros controlaban los fenómenos meteorológicos y permitían el crecimiento de las plantas alimenticias. En la primera parte de la Relación, Pané también describe numerosos cemíes relacionados con lugares específicos, tales como cuevas, o incluso objetos celestes como el sol y la luna. Asimismo, hay cemíes que pertenecen a diferentes reinos de la naturaleza: los hay en forma animal (por ejemplo serpientes o perros) y en forma vegetal (como las raíces de la yuca). Por otro lado, uno de los elementos más singulares que emergen de las descripciones de Pané es la capacidad que tienen de cruzar la línea de separación entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos: vivos y muertos, por lo tanto, pueden habitar un mismo espacio, ser parte de un sistema cósmico coherente en el cual los seres no humanos, los humanos, los animales, las plantas y las fuerzas de la naturaleza comparten una misma dimensión física. Los cemíes cumplen también funciones diversas: establecen relaciones con las enfermedades y con las curas, pueden dominar la naturaleza y están vinculados con el ejercicio del poder. En resumen, el panorama que se desprende de la Relación de Pané es tan amplio, complejo y falto de una organización conceptual que revela una vez más el fracaso de cualquier intento por contener el “desorden” que se muestra ante los ojos de los europeos. Por supuesto que no es nuestra intención definir el sistema religioso de los taínos como “primitivo” o “simple” y, por lo tanto, como conceptualmente caótico. De hecho, la percepción del desorden de los sistemas religiosos indígenas constituye una estrategia retórica necesaria para juzgar una forma de religiosidad que la cristiandad quiere dominar.