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  • Sazonov recuerda el viejo debate sobre las

    2019-06-19

    Sazonov recuerda el viejo debate sobre las fuentes del pensamiento revolucionario, y pasa lista buy Cerulenin las fuentes propuestas por las diferentes escuelas: la Biblia y el cristianismo, la Revolución francesa y el mundo ilustrado, el republicanismo clásico, el pensamiento renacentista. Todas ellas han aportado algo importante en la construcción de los proyectos revolucionarios. Pero hay que añadir una fuente adicional: se trata de “el principio comunal” que anima la vida campesina rusa. Los campesinos pobres han vivido diversas rebeliones a lo largo de su historia, y se han visto obligados a soportar opresiones de distintos grupos: ello ha sido posible porque durante todo ese tiempo han conservado ese principio comunal, fuente de dignidad y escuela práctica de democracia. Sazonov está aludiendo a dos instituciones comunitarias del mundo campesino, que volverán a aparecer en artículos posteriores: la obschina, que es el régimen de explotación y posesión colectiva de la tierra subsistente en las aldeas rusas, y el mir, que es la asamblea de los líderes de familia que decide el destino de cada aldea. A pesar de la servidumbre, que liga a los campesinos con sus señores, estas instituciones comunitarias se han mantenido como espacios autónomos respecto de las autoridades regionales: dentro de ellas se ha resguardado la gente pobre de Rusia; allí se ha educado en el arte de la discusión y la toma colectiva de decisiones: ellas son una fuente de valores morales de tipo libertario. Por ellas se explican las rebeliones y la sobrevivencia digna a pesar de la opresión de los señores feudales. Como señalaría un siglo después la intelectual boliviana Silvia Rivera Cusicanqui, estas instituciones comunitarias tienen valor civilizatorio. De esta manera, las ideas de Sazonov apuntan hacia un socialismo agrarista basado en la recuperación de las potencialidades revolucionarias presentes en formas tradicionales de organización. Como diría Lamennais, no se trata de renegar del pasado, sino de recuperar su contenido revolucionario. Hay aludido aquí un debate colectivo que es importante resaltar. En buena medida, las ideas de Sazonov están basadas en planteamientos que por aquellos tiempos comenzaba a sistematizar su amigo Alexander Herzen (1812-1870), a quien ya citamos arriba. Estas ideas apuntan también hacia una posibilidad: no es necesario que el pueblo ruso pase por las mismas “etapas” de desarrollo que han pasado pueblos como Alemania, Inglaterra o Francia; el dilema que en Rusia ha dividido a los intelectuales entre “eslavófilos” y “occidentalistas” puede resolverse de manera inédita postulando un proyecto revolucionario que no occidentalice a Rusia, sino que recupere creativamente las potencialidades presentes en la vida social del pueblo pobre. De este tema, después de su exilio, Bilbao dirá que la fuerza revolucionaria de América viene de la “confluencia” de muchas historias que perviven debajo de la narrativa del progreso, y “germinan” en momentos inesperados gracias a la capacidad de rebelión de los pueblos. Se trata de recuperar la potencialidad revolucionaria de ese pasado negado, y de ayudarle a germinar.
    Conclusiones En el fondo, los debates de estos olvidados socialistas que fueron amigos de Bilbao nos llevan a la crítica del teleologismo, es decir, del metarrelato del progreso civilizatorio que justifica la violenta expansión colonial del modo de vida moderno, así como la necesaria desaparición de las formas de vida culturales de los pueblos sometidos por ese proyecto. Frente al socialismo colonial de Engels y otros autores, los amigos de Bilbao muestran que no hay un curso necesario de la historia por el que todos los pueblos deban pasar. Los hombres y los pueblos son libres y responsables, y tienen el deber de conocer su historia profunda para crear, desde ella, respuestas originales a sus propios problemas. Ya no se trata de exterminar al pasado, sino de recuperar el contenido emancipatorio que late oculto en las formas tradicionales de la vida social. En esas formas está la historicidad real de los “pueblos sin Estado”, a los que la izquierda hegeliana había condenado a la desaparición.